martes, 26 de febrero de 2008

Octavio; Petisero de pura cepa.

Es un deporte de fama mundial, al que se le otorgan calificativos que desdibujan su esencia. Asumiendo el alma del polo, nos encontramos con Octavio Gudiño; un petisero de pura cepa que resume el sentido de esta actividad.

En el marco del encuentro de polo de las bodegas, en Cool decidimos mostrarte el alma de este deporte. El glamour, la fama, la vida fácil son atributos que se le adjudican al polo desde la ignorancia. Pues la verdadera esencia se encuentra en el campo, en la diversión de taquear una tarde junto a los petiseros, tomarse unos mates o compartir un asado. Para quienes no son seguidores de la actividad, se le llama petiseros a las personas que se dedican al cuidado y entrenamiento de los petisos. Este es el nombre que se les da a los caballos exclusivos para la práctica del polo. Octavio Gudiño tiene 78 años, es oriundo de Venado Tuerto (Santa Fe), hace más de 30 años que vive en Mendoza y le ha dedicado su vida a su profesión. Conversar con él es un placer. Con su voz calma que trasmite una especial serenidad, Octavio nos cuenta sobre sus anécdotas que revelan su vasto conocimiento sobre los caballos y el polo. De chico se crió en una estancia, donde trabajaba su padre y junto a él aprendió a querer y a tratar a los caballos. Salvo en algunas excepciones, Octavio siempre se ha dedicado a los caballos de polo. Se sabe que los petisos tienen un temperamento difícil de domar, sin embargo para Octavio esto no es un problema ya que tiene la cualidad de ser una persona paciente que disfruta de enseñar y de conocer a estos ejemplares. “Enseñar a los petisos es un trabajo que requiere de mucha paciencia. Hay que conocer al animal, prestarle atención y, por supuesto no ejercer violencia. Al fin y al cabo, nadie aprende a los golpes”. Nos cuenta Octavio mientras recorremos las caballerizas ubicadas en la Bodega Nerviani, el lugar en el que vive y trabaja desde hace 30 años. Con su bombacha cuadriculada, su pañuelo al cuello y sus alpargatas, Octavio conserva la esencia del petisero. Si bien hoy por prescripción médica ya no le permiten montar habitualmente, ha encontrado una forma de seguir entrenándolos. “Los suelto en una pequeña pista dentro de las caballerizas me siento en un banco en el medio y los hago trotar”. Nos confía entre sonrisas. Es increíble ver la conexión que tiene con estos animales y como ellos les responden. Sin lugar a dudas, un buen sinónimo para este petisero de pura cepa sería “El señor de los caballos”. Respetado y querido por polistas y colegas, Octavio se consagra como uno de los petiseros mas viejos (en el buen sentido) y con mayor experiencia. Cuando le preguntamos qué era lo que rescataba como positivo después de tantos años de profesión, nos recalcó que lo más importante es el respeto que ha ganado a través de su trabajo. “El reconocimiento, el respecto, como el hecho de que hablen sobre mi capacidad en el trabajo de petisero, es lo que rescato y valoro después de toda una vida dedicada a esta profesión”. Sin lugar a dudas la vida, la simpleza y los códigos que se aprenden cuando uno llega al campo, recorre las caballerizas y se embute en una charla entre mates, son una experiencia que merece ser vivida.




Nota realizada por Gabriela Aizcorbe y Mariel Domínguez.
Nota publicada en MDZ on line el 17 de noviembre del 2007.

No hay comentarios: